A Paco Buenaño

Este es, sin lugar a dudas, una de los escritos más difíciles que he podido realizar en mi vida, porque aún, añorado Paco, me encuentro en ese periodo negacionista de oposición a la verdad, ese periodo anímico y mental de no aceptar tu definitiva marcha, porque aun anhelo abrir mis ojos y cerciorarme de que todo ha sido un trágico sueño. Durante todo este tiempo, en múltiples ocasiones he querido escribirte, pero ni las lágrimas ni mi corazón me lo han permitido, pero hoy, con los dedos temblorosos sobre un humedecido teclado deseo expresar mi despedida formal siendo consciente de que tu amistad y tu recuerdo nunca recibirán mi adiós.

Siempre nos conocimos y saludamos pero fue la política y sobre todo, nuestro Alcaudete, quien nos permitió relacionarnos con profundidad; fueron nuestras ilusiones, nuestros proyectos, nuestros sueños compartidos por la tierra y las gentes que tanto amamos los que posibilitaron que personalmente nos uniésemos para compartir momentos inolvidables, instantes únicos en los que continuamente transitábamos entre lo personal, lo político y lo institucional sin más limitaciones que la confianza, la sensatez,el entusiasmo y tu humor, siempre tu humor. Sí, ese humor distendido, ácido, sarcástico, “quemasangres” que tenías; esa agudeza de ingenio que era tu impronta; ese temperamento socarrón con el que conseguías una sonrisa en el momento más inesperado y cuando más necesario era.

Realmente conocí al verdadero Paco a partir de 2011. En aquellas fechas yo andaba configurando mi primera lista electoral, pensé en ti y te llamé, lo hice creyendo que obtendría una negativa por respuesta dado que, por entonces, tu empresa te absorbía todo el tiempo. No fue así. Cuando te transmití mis ideas, mis planes, mis deseos para el progreso de nuestro pueblo, tu dijiste “sí”. Un sí incondicional, un sí a cambio de nada, un sí desprendido, un sí de a por todas. En definitiva el sí más valioso que un hombre puede obtener de otro, un sí excepcional, un sí tipo “Buenaño”.

Permíteme revelar un pequeño secreto: en el 2019, año de las últimas elecciones municipales, ya no querías continuar, me lo dijiste, ¿recuerdas? Me lo manifestaste una tarde que nos citamos en la cafetería del Parque. Allí, acompañados como testigos mudos, de un gin-tonic y un whisky con agua, me lo referiste. Me dijiste: “yo ya he cumplido, mi empresa está creciendo y necesita de mí, apenas voy a tener tiempo para algo tan absorbente como es el ayuntamiento y su gestión”. Yo callé y escuché, te dejé expresar aquello que llevabas pensado y premeditado. Mientras te oía era consciente de que ni tu corazón ni tus sentimientos eran los que me transmitían aquellos argumentos. Al finalizar, te miré fijamente a los ojos y fui yo quien habló. No del partido, no de política, no de ambiciones, no de cargos ni prebendas. No, eso no iba contigo. Te hablé de tus queridas Cañadillas, de tus Fiestas Calatravas, de tu Vía Verde, de tus polígonos industriales, de nuestra gente y sus necesidades. En definitiva te hablé de esperanza y anhelos, de proyectos, de que no era yo quien te necesitaba sino tu pueblo. Te hablé de Alcaudete, de tu Alcaudete, de nuestro Alcaudete. Cuando finalicé, ensimismado mirabas el tablero de la mesa. Transcurrieron unos segundos interminables y después, levantaste los ojos; me miraste fijamente; sonreíste afectuosamente, y exclamaste: ¡qué cabronazo! ¡Otra vez me has convencido! ¡Candi ya me lo advirtió! ¡Estas copas las pagas tú!

Te has ido en unos de los mejores momentos de tu vida, pero siéntete orgulloso de lo que hiciste, de poner tus relaciones personales al servicio de los demás, de lo mucho que ayudaste a que los demás viviesen mejor, de los avances inimaginables obtenidos, de tu sensibilidad social, de tus ansias de mejora colectiva, de tu incapacidad para la enemistad o la animadversión, ¿y sabes? Es muy muy difícil conseguir lo que tu lograste, porque mas allá de tu talento o tus numerosas cualidades, más allá de todo eso, has conseguido una casi imposible unanimidad. Todo el mundo, todo el mundo sin excepción, dice ¡qué buena persona era Buenaño!

Te fuiste para quedarte eternamente entre nosotros. Todavía hoy juego con la fantasía de que, al mediodía, después de una de tus reuniones, te asomes a mi despacho y desde la puerta digas: “¿echamos una cerveza?”.

Dice la canción que “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Te puedo asegurar que en la mía vivirás mientras los recuerdos me pertenezcan.

Hasta siempre compañero, hasta siempre amigo.

El Alcalde, Valeriano Martín Cano.

 

Descargar

Volver